23 oct 2008

Capítulo XXII - Caballos

Poco a poco, lento como el rojo amanecer de las playas de Rasius, la conciencia empieza a retornar al castigado cerebro del bárbaro, cuyo fornido cuerpo yace inánime a los pies de la empinada y traicionera escalera, que conduce al conocedor, al tristemente célebre antro donde se desarrollaran los eventos de la, hace largo rato, pasada noche.

Más un llamado de alerta, insistente como una Avispa Verde, zumba merodeando la atención del guerrero, que intenta en sueños descubrir el origen de la inconciente advertencia. Hasta que al fin, bruscamente, cae en cuenta del sentimiento que lo incomoda, y su instinto provoca un súbita reacción, al reconocer la fuente de su inquietud.

El olor. El hedor, penetrante y nauseabundo que logra al fin traspasar la epesa capa de su resaca y hiere con malicia sus fosas nasales, levemente hundidas en el fresco césped.

- Cabras ! - Grita, incorporándose de un salto, mientas busca su espada. Su pesada bota se hunde, con un burbujeo, en algo blando y pastoso, que exhala un nueva y poderosa bocanda del destestable olor. Se sorprende de ver ante sí, la tranquila plaza central de Rae. Baja la vista y mira con desagrado la pegajosa sustancia que recubre su pie.

- Pero.. ¿Que mierda es esto ? - se queja Luca, sacudiendo trabajosamente su extremidad.

- Eso. Mierda. Mierda de caballos.

A su lado, visiblemente ofuscado, el comerciante de armas, lo contempla con una pala en la mano. Seca la abundante transpiración que corre por su frente, y continúa su colérica diatriba.

- Mierda de caballos por todos lados !. Mirá como cagaron la plaza... ¿A vos te parece? - De pronto girando, increpa agriamente a un jinete cuya montura se halla en ese instante, abocada al mismísimo acto de excreción tan crudamente descripto por el enojado mercader, y que tales abundantes e incomodas secuelas dejara tras de sí.

- Flaquito... no lo podés llevar un poquito más lejos... ¿ no ves que me estás cagando la puerta del boliche ?
- ¿Tienes espadas nibel 12 ? - pregunta impetérrito el jovenzuelo.
- 12 patadas en el orto te voy a dar, la puta que te parió !!! - furioso, el mercader, esgrime su pala , cual si de un hacha guerrera se tratase.

Afortunadamente la discusión es interrumpida por otro jinete, que vestido con una liviana armadura de cuero, propia de los niveles bajos, atrasviesa raudamente la plaza, llamando a viva voz al otro inexperto caballero.

- Vení, vení vamos a conocer la Zona de Guerra !
- ¿Qué es la Zona de Guerra ? - pregunta el mismo, al tiempo que arranca su montura en rápida carrera, y se pierde tras unos instantes, en el hollado camino rumbo a la Frontera Norte.

- ¿Te das cuenta ? - el mercader, sacude su cabeza con resignación. - Asi no se puede... primero lo del Silencio, después lo del oro... ahora los caballos... esto va a traer quilombo, acordate...

- Callate, pelado puto - la ronca voz del herrero, se deja oir desde la próxima caballeriza, situada a le entrada occidental de la ciudad. - Vos, ¿ por que no vendés algo como la gente ? ¿Por que no vendés algo con bonus?

Luca se vuelve al comerciante, interrogándolo ansiosamente.

- ¿Vendés cosas con bonus ?

El mercader lo mira iracundo.

- ¿ Sos boludo vos, o me estás cargando ? Ojalá pudiera... - alza los ojos al cielo, mascullando rabiosamente - que reino de boludos, por NGD... con razón hay tanta gente que se está yendo...

- ¿Yendo ? ¿Yendo a dónde?

El rudo vendedor lo mira un instante, calibrando si es verdadera la ignorancia del pelirrojo, o si está siendo fruto de una broma. Al no encontrar en la ruda fisonomía del guerrero signos de burla, y solo una profunda incomprensión, sumada tal vez a la evidente falta de apropiado descanso, decide responderle sinceramente. Apoyandose en la pala, que descansa por un instante de su necesaria más repungante tarea, se dirige en tono complice a Luca, que asombrado escucha sus palabras.

- A Alsius pibe... se están yendo a Alisus.

Luca se horroriza al escuchar la mordaz explicación, de lo que sin dudas es la peor traición posible, pasarse al reino enemigo.

- Y viste, empezaron con lo del cansancio, después con la inflación... los precios se fueron a las nubes. ¿Sabes como putean los arqueros ? Las reparaciones están un huevo... y parece que allá... - el calvo comerciante, mira a ambos lados, en busca de posibles escuchas indiscretos, y bjando aún más la voz, continúa.

- Allá el oro te rinde de otra manera... están sacando fortunas... y para levear, también tienen como un subsidio... parece que es un plan del gobierno para meter más gente... vienen para atrás las cabras sino.

Era cierto. El otrora poderoso reino de Alsius, se hallaba mermado en cantidad de habitantes, en comparación con los siempre crecientes reinos de Ignis, y el aún más prolífico Syrtis. Comentaban las malas lenguas, que la falta de nuevos alsirios se debía, quizás en parte, al las condenables prácticas interraciales que secretamente se llevaban a cabo, en las largas noches heladas del reino azul, actividades que, sin dejar de ser placenteras tanto para los bien dotados enanos como para las cariñosas Uthgars, no daban por cierto, el ansiado fruto de la tan necesaria descendencia.

- Pero.. cambiarse de reino... y los amigos.. la familia...

- Y si, es empezar todo de nuevo... además el idioma... que se yo, yo ni en pedo... el que andaba queriendo irse, es uno de tu clan... Fergilmour

- Uh... Ferg... - Luca piensa por un momento - Hace bocha que no lo veo, ahora que me decís...

- Ah si... está ahi clavado esperando a Vesper.

El bárbaro se estremece al recordar su primer encuentro con el gigantesco dragón verde, poderosa bestia que habitaba el reino de Syrtis. "está muerto", había dicho "me parece que está muerto", antes de descubirir, demasiado tarde para intentar un huida, que el gran gusano solo dormía.

- Andá a preguntarle...

- Seee... - dubitativo, Luca alza la vista al cielo, tratando de estimar la hora en base a la posición del sol en el cielo - pero ir hasta allá... ahora.. la verdá, me da fiaca.

- Y comprate un caballo, pete - le dice con sorna el comerciante.

- Jeje - el bárbaro rie tontamente. - claro -

Da una media vuelta, y en un par de zancadas llega junto al herrero, que ávidamente recuenta una enorme pila de monedas de oro.

Una aflautada voz, lo saluda desde atrás.

- Hola osito...

Luca se vuelve sorprendido, encontrando a sus espaldas, demasiado cerca para su gusto, al delicado peluquero que compartía el local con el vendedor de caballos.

En un bruñido escudo, que a manera de espejo, cuelga de una pared, el bárbaro busca su imagen, y tras un instante, reconoce con sorpresa como suyo, el macilento rostro que lo contempla desde el reflejo, enmarcadas sus rudas facciones en un inverosímil gorro de piel de oso. Extrañado, ruge al infinito...

- La puta madre ! -

Capítulo XXIII - La Mula Elite




12 oct 2008

Capítulo XXI - Me voy a hacer Caba!

La noche cubre, oscuro manto, la dormida ciudad de Raeraria, la más próxima a la imponente muralla que separa al Reino Interior, de la incierta y peligrosa Zona de Guerra. Vacías están las calles, y desierta la plaza central; solo el ocasional movimiento de uno de los guardias, interrumpe cada tanto la fresca quietud nocturna.

Más no todo es silencio, ya que en un primer piso, tras la pesada puerta de oscura madera, un suave murmullo, de voces y música, se filtra como un susurro que invita al ocasional transeúnte a descubrir la misteriosa fuente de tan inquietante llamado.

En el cálido interior, iluminado por unas tenues antorchas, una diversa concurrencia se acomoda en las largas mesas, compartiendo abundantes bebidas en medio de altisonantes y amistosas charlas, en cuyas trabajosas pronunciaciones y frecuentes interrupciones en medio de estruendosas carcajadas, se deje adivinar sin equívoco, la generosa ingesta de alcohol que se lleva a cabo en el establecimiento, el cual no es otro que el Emporio de las Bailarinas, lugar de dudosa reputación, más tolerado como un indispensable esparcimiento para los guerereros en busca de distracción, tras las arduas jornadas de lucha y cacería.

Al extremo de la mesa, abarrotada de jarras de cerveza, Luca, visiblemente exaltado, comenta con sus compañeros de clan las recientes experiencias con el estilista, y las propuestas de cambio de apariencia que el mismo le había recomendado.

- Y me dice el hijo de puta "bueno, si no tenes xime, algo se nos puede ocurrir..." !!

Otra estrepitosa cadena de carcajadas sacude el colmado recinto.

-¿ Sabés que pasa? -  dice El Moly -  El rojo llama mucho la atención...  en la montonera te apuntan siempre...

- ¿Y por que no te pones el casco, pete ? - pregunta Tuor, mesandose su roja barba en punta. - Yo voy con gorro, y no pasa nada...

El bárbaro vacía una vez mas la ancha jarra, y tras limpiarse con el dorso de la mano, responde.

- Me cago de calor, no puedo. Se me va la transpiración a los ojos y no veo una mierda. La otra vez le metí una Cruz del Sur a un guardia...  a uno de los nuestros. No sabés como me puteó...

- Esos si que están salvados, eh... laburan seis horas, tienen obra social.. no gastan en reparaciones...

- Deja de joder, che, sabés que embole estar ahi clavado todo el día...

En medio del tumulto, el pelirrojo guerrero, contempla perdidamente el vacío. Su de por sí poco brillante inteligencia, totalmente enardecida por la profusa cantidad de bebida asimilada, divaga por extraños senderos de pensamiento. De pronto, como una iluminación interior que, gestandose de a poco, da fruto al fin, surge en su mente una extraña idea. Poniendose de pie, el bárbaro exclama.

- ¡Me voy a hacer caba !

Todos los miran sorprendidos, en medio de sonrisas, ante tan vehemente, como imprevista afirmación.

- Me cansé de morir tanto... bufearme y bufearme para meter un área, para que un puto aturdidor me pinte la cara...- Luca declama, gesticulando ampliamente con la jarra en la mano, lo cual redunda en una suave llovizna sobre su atónito público.

- Me voy a hacer caba - repite, y sonrie mientras vuelve a llenar su jarra.

Richox menea tristemente la cabeza.

- No le da... no le da che...

Sir Ricotero, emite una ironica risita, e interpela al bárbaro.

- ¿Así que te vas a hacer caba ?
- Se. Caba mismo. - El bárbaro cruza sus fornidos brazos, en una infantil postura de capricho.

- No te podes hacer caba.
- Si que puedo.
- Juajua
- Tas remamado - las risas sacuden una vez más el aire viciado del local.

Archie, experimentado arquero de los Centinelas Nocturnos, interviene con su calma manera de hablar.

- Vamos, dejenlo , si se quere hacer caba, ... que se haga ¿Cierto ?... - Y le guiña un ojo al Moly, que entiende rápidamente la intención de seguirle la corriente al desquiciado pelirrojo.

- Seguro Luquita... como no te vas a hacer caba. - se pone de pie, y se dirige al fondo de la habitacíón, donde se apilan unos barriles de cerveza vacíos. Saca su espada, y con un rápido movimiento, desprende la circular tapa de madera, que le alcanza a Luca. - Mirá, listo el escudo.

- Falta la espada - balbucea el bárbaro. - Algo chiquito, de una mano - mira alrededor, vacilante, hasta que finalmente, sus turbios ojos se posan en una pequeña mesa acomodada en el rincón más oscuro del lugar, donde una delgada figura bebe en silencio, oculta casi en la penumbra.

Luca avanza tambaleante, chocando a su paso contra  los igualmente ebrios concurrentes que llenan el lugar, mientras murmura.

- Emporio de las bailarinas... bailarinas las pelotas, es un mar de bolas esto... - Llega al fin a la mesa, Allí sentado, encorvado a medias sobre una jarra baja y ancha, bebe en silencio un Goblin.

Es la fiel mascota de Sir Ricotero, de quien por consideración al ocasional lector pudoroso, no trancribiré aquí el nombre, pero alude, a cierta sorprendente desporporción anatómica oculta que ostentaba el torvo personaje.

Cubierto el magro pero musculoso cuerpo de oscuros y misteriosos tautajes, fiera la mirada de los pequeños ojos a ambos lados de la prominente nariz, era famoso por su agrio caracter y su rápida predisposición a la innecesaria violencia.

- Dicen que estuvo preso -  cuenta Sir Ricotero - No sé... a mi no me importa, se la re aguanta el enano. Mirá que tuve mascotas, eh.. pero que se yo. Los Orcos, pegan, viste... pero son muy boludos, muy boludos. Y los Yetis... ¿Sabés cómo morfan esos bichos ? ¿Y cómo cagan ? .. Dejate de joder... en cambio este, tiene códigos viste, es del palo... un mate y una ginebrita, y el tipo sale a pista. Lo único, por las dudas, correle siempre atrás - terminaba el monólogo con unas misteriosa e inquietante guiñada de ojo.

El grupo contiene la respiración ante el inminente encuentro, expectantes ante la reacción del pequeño pero fiero ser, que contempla al bárbaro mientras le habla.

- Enano, querido - Luca apoya una mano en el delgado hombro - Venga un abrazo - aferra al Goblin en un efusivo abrazo.

Afortunadamente, la mascota, emite una gorgoteante risa, mientras palmea la acorazada espalda del pelirrojo, y pronuncia unas frases en su entrevesado idioma.

- ¿Qué dijo, qué dijo ?

Sir Ricotero traduce: - Colorado puto.

Una vez más las carcajadas retumban en el antro.

- Prestame la espadita, enano, que me voy a hacer caba - dice Luca, al tiempo que le muestra la tapa del barril de cerveza, que toscamente ha sujetado a su brazo con un repasador.

El goblin rie pesadamente, mientras golpea suavemente su frente con un puño cerrado, universal gesto para indicar la poca brillantez mental del requerimiento, sin embargo, toma de su cintura, la pequeña pero peligrosa hoja, y se la entrega al bárbaro.

En ese momento, un extraño rumor, comienza a elevarse, subiendo de volumen, hasta tapar el sonido de las conversaciones. La muchedumbre extrañada, sale al balcón que da a la plaza, en busca de la fuente de tal estrépito. Mayúscula es la sopresa de los presentes, al ver corriendo enfervorizados alrededor de la plaza, a una multitud de jinetes, que llenan la noche con el ruido de sus cascos y relinchos, como nunca antes se viera en la heroica ciudad.

- ¡¡¡Caballos !!! ¡Venden Caballos por 10k de oro !

Luca se aferra vacilante a la baranda que lo separa del vacío, en sus manos sostiene la tapa del barril de cerveza, y la minúscula espada. Y lo más extraño, un gorro de piel de oso. Le vienen a la memoria, sus tiempos en la isla de iniciación, cuando recién empezaba  descubir el vasto mundo, y era todo novedad y maravilla. Se calza el suave casco en la cabeza.

- Esto sí es un casco che - murmura, mientras intenta descender la esquiva escalera, que a los pocos pasos se aparta por completo de su marcha, precipitándolo al vacío. Antes de sumirse en la inconciencia, el bárbaro escucha su voz, como si de otro fuese, que proclama lastimeramente...

- La puta madre !

Capítulo XXII - Caballos

3 oct 2008

Capítulo XX - Esos raros peinados nuevos

Luca se vuelve sorprendido, al escuchar la voz femenina que lo llama. Contempla con incertidumbre, a la desconocida conjuradora que le sonríe, emarcado su rostro, en unos coquetos bucles rojos, que ondean con la suave brisa de la tarde.

- Lucaaaaaaaaa !!!

La voz le sueña extrañamente familiar, y tras unos instantes, la tosca mente del bárbaro se ilumina al reconocer tras la ensortijada cabellera, a Har, experimentada sanadora con quien compartiera innumerables batallas defendiendo el verde reino.

- Pero... Har...  - la limitada inteligencia del guerrero se esfuerza inútilmente, tratando de asimilar el brusco cambio de aspecto de quien ostentara, hasta el día de ayer, unos lacios cabellos, siempre recogidos en dos simpáticas colitas a los lados

- Tu pelo...  ¿¿¿ Cómo hiciste esooooo ???

La hechicera menea graciosamente la cabeza, haciendo rebotar elásticamente los bucles de su nueva y esponjosa melena, mientras le responde.

- ¿Viste que lindo ? Me lo hice en Rae. Hay un peluquero nuevo, ahi donde venden los caballos...

Sumándose a la conversación, Richox, gran curador de los Centinelas Nocturnos, incansable resuscitador del bárbaro, agrega.

- Mirá Luquita, justo para vos, que tanto rompés las pelotas con tu pelo...

Embestida. Retorno.

Mil ideas bullen bajo la áspera y odiada cabellera del guerrero, mientras esfuerza su desbocada carrera hacia la inmensa muralla que divide en el Reino Interno de la ahora siempre silenciosa Zona de Guerra. Contra toda esperanza, vislumbra al fin una salida a su cotidiano suplicio, a la pesada carga que le representa arrastrar consigo, el horrendo felpudo que corona su rústica figura.

Atravesando el frondoso bosque, llega al fin a la gigantesca puerta, donde un grupo discute airadamente.

- Dale, la puta que te paríó, vengan a dar una mano, que están las cabras en el tele !!!

- No puedo, campeón, estoy de guardia acá en la puerta...  se me arma un quilombo con los muchachos del sindicato...

El bárbaro, sin prestar atención a la disputa, atraviesa la colosal entrada, y corta camino por el desierto prado, rumbo a la cercana ciudad de Rareraia, la segunda en importancia después de la capital. Llega al fin, exhausto y acalorado, a la entrada occidental, donde se halla el herrero, rodeado de las preciadas monturas, un bien de lujo en la accidentada economía del reino.

Mientras recupera el aire, tras la desesperada carrera, contempla con asombro al nuevo habitante, que charla animadamente con un grupo de posibles clientes que lo rodea, entre alegres y aflautadas risas y exclamaciones.

El sujeto en cuestión, parece cumplir en demasía, las características del detestable estereotipo que tanta mala fama le hacía al verde reino. Bien es sabido, que asi como la voz popular adjudicaba a los enanos y cabras ser portadores de intolerables olores corporales, atribuyéndoles también repudiables prácticas interraciales en las solitarias y heladas noches del país de nieve; o el malicioso rumor nunca comprobado de que el exilio de los ignitas se debía en realidad a la afición de las elfas oscuras por las desmedidas jornadas de bronceo posibles solo en el rojo desierto, y al poco carácter de los tomates para oponerse a la voluntad femenina; era común entre los enemigos, referirse a cierto amaneramiento y delicadeza en las actitudes, sobre todos de los elfos y semielfos, del heroico reino de Syrtis.

Los ajustados pantalones de cuero, resaltando más alla de lo necesario los perfiles y contornos de ciertas partes que a juico del bárbaro hubieran estado mejor con una vestimenta más holgada, el lacio flequillo cayendo sobre los ojos, de un incierto color entre el rosa y el violeta, y por último, la equívoca postura y pomposos gestos del nuevo peluquero, harían sin duda las delicias de las malas lenguas de los enemigos.

Mas la misión que impulsa al bravo guerrero, lo lleva a contener su incomodidad ante el delicado artífice, y acerca su fornida figura al bullicioso grupo, que al verlo aproximarse, se abre hacia los lados, sumiendose en un expectante silencio.

- Wenas... - carraspea Luca, plantándose, heroico, frente al delicado personaje, que con un mohín, lo contempla de arriba a abajo, mientras esboza una extraña sonrisa.

- Hola lindo... que te trae por acá - le responde, inclinando coquetamente la cabeza hacia un lado.

Con un valeroso gesto, el guerrero se quita el pesado casco, dejando al descubierto, ardiente  bajo el sol, la sudorosa y enmarañada cabellera roja, causa de sus pesares, como una herida abierta, como una cruel burla del destino.

El semielfo, se lleva una mano a la boca, mientras ahoga una cristalina risa.

- Mi amor... - se compadece. - quien te hizo eso ?

- Es así, que se yo - contesta el bárbaro, comenzando a impacientarse, y tratando de alejar de su mente violentas imágenes de su pesado martillo cayendo sobre la cuidada melena del peluquero, que en ese momento se acerca, y caminando a su alrededor examina, cual si fuera una extraña alimaña, la roja cabeza.

- A ver, vení, sentate acá mi vida - le dice, indicandole una tosca silla en medio del recinto. Acomoda al pelirrojo, mientras pasa suavemente las manos por la nuca del guerrero. Luca aprieta la empuñadura de su espada de Satarco, tratando de dominar el impulso de rebanar la delicada extremidad del peluquero, que parece al fin haber terminado su examen.

- Mirá querido, la verdad.. está dificil, viste..... te podría hacer una tintura... algo en verde clarito o algun tonito pastel ... mmm ... pero yo la verdad.. te haría un corte distinto... un flequillo en punta, una permanente...

Luca traga saliva, tratando de imaginarse a si mismo con esas características. De pronto una ronca voz a su lado, le advierte con sorna.

- Preguntale cuanto te sale, je - dice el herrero, que contempla la escena recostado contra la pared.

El bárbaro cae repentinamente en cuenta, de que nunca había contemplado el tema de los honorarios, al embarcarse en el proyecto de deshacerce por fin de su karma.

- Mmm... claro.. ¿Y cuanto me saldría...  hacerme lo que decís?

- Y mirá lindo, estoy cobrando 4000 la tintura... y 4800 el corte ...

El bárbaro suspira aliviado, rebuscando en su bolsa donde guarda sus ahorros.

- Bueno, no hay problema, oro tengo de sobra.

El elfo suelta una aguda risita.

- No mi amor... oro no, ximerines...

El herrero estalla en una grosera carcajada, mientras exclama...

-  ¡Jua jua... con eso te compras un caballo de guerra !! .. ¡O te pintas la armadura... jua jua !

La cruel realidad se abate como un lllameante meteorito sobre el desconsolado bárbaro, que solo atina a lanzar al límpido cielo, un grito de angustia y desasosiego...

- La puta madre !!!